Muchas personas que me consultan sufren de lo que yo llamo el “Trastorno de las Demandas”. Es un trastorno caracterizado por la utilización excesiva de los deberías: tu deberías, la vida debería, yo debería, etc. Este es un cuadro cada vez más frecuente en nuestra sociedad.
El “Trastorno de las Demandas” consiste en transformar nuestros deseos e ideales en obligaciones y exigencias. Nada es más improductivo que comenzar a enojarnos por todo aquello que quisiéramos que fuera y no es.
Así comenzamos a demandar en todos los ámbito de nuestra vida y a volvernos cada vez más intolerantes frente a la frustración: “Juancito debería haber hecho esto o aquello”, “Fulanito no debería haberse comportado de tal o cual manera”, “La vida debería ser menos complicada”, “A mi no me debería costar tanto lograr lo que quiero”, “Yo no debería equivocarme” y así podríamos continuar con ejemplos infinitos la lista de exigencias. Cada una de estas afirmaciones hace que justifiquemos y sostengamos nuestra absurda infelicidad. Este tipo de pensamientos nos hace creer que si nuestros deseos no son cumplidos o satisfechos no es posible ser feliz. Estas ideas erróneas nos llevan a deliberar que si las situaciones externas no se modifican estaremos confinados a sentirnos perturbados por el resto de nuestras vidas.
El paso siguiente es el enojo encrudecido con los demás, con la vida, la realidad y hasta también con uno mismo. Dependiendo de nuestro estilo de demandas y vulnerabilidades haremos más foco en una o en otra exigencia.
Luego, comenzará la etapa de intentar cambiar con vehemencia las situaciones externas. Trataremos de eliminar aquello que nos frustre y controlar lo que esté fuera de nuestra esfera de control. Nuestros pensamientos nos dirían: “la culpa de mi sufrimiento la tiene el otro por comportarse de tal o cual manera y por eso debería cambiar”, “Si vuelvo a equivocarme seré un fracasado y por ello no debería cometer errores”, “La gente debería cambiar sus valores y actitudes, así no se puede ser feliz”. Estas frases vinculadas con el “Trastorno de los debería” son la causa principal de nuestra malestar porque nos hacen creer que nuestras emociones dependen exclusivamente de situaciones externas que están fuera de nuestro alcance de control. Estas frases estimulan la idea de que nosotros no somos responsables de nuestros sentimientos, que las situaciones externas deberían cambiar para poder alcanzar nuestra felicidad y que por lo tanto, no habría nada que podríamos hacer más que esperar un cambio del otro, de la vida o la realidad. Estas ideas nos paralizan frente a los eventos externos, los otros, el mundo y frente a nuestras propias debilidades.
Finalmente comenzamos a dramatizar, exagerar, magnificar y/o catastrofizar las frustracionesde la vida. Nuestros pensamientos se expresan: “Es terrible que no se cumplan mis objetivos, que la gente se comporte de maneras indeseables y que nuestros seres queridos no nos satisfagan como quisiéramos”; “No puedo tolerar que la vida sea injusta, que tengamos que esforzarnos tanto para lograr nuestros deseos o que no obtenga lo que se que merezco”. Lamentablemente, estas quejas no nos llevan a ningún lado productivo más que hacia la angustia, el enojo, la ansiedad y el estrés. La catarsis nos lleva a un estado de insatisfacción crónica.
Todos queremos lo mejor para nosotros mismos, para quienes nos rodean y para el mundo; Todos deseamos un mundo mejor y más justo. Sin embargo, estos deseos no siempre se cumplen. Es ahí donde nuestra actitud se pone en juego. La aceptación nos permite lidiar con las frustraciones de una manera más saludable, nos ayuda a mantenernos en calma frente a la incertidumbre, nos permite desarrollar emociones positivas pero también emociones negativas saludables y nos da la posibilidad de hacernos cargo de nuestro propio bienestar cuando las situaciones externas no son favorables; La aceptación promueve la adaptación y el cambio, nos confronta con nuestras decisiones, nos permite ser más flexibles y tolerantes; Y por último y aun más importante: nos ayuda a progresar como seres humanos.
Cada vez que aparezca en tus emociones un enojo intenso pregúntate a ti mismo que estás demandando, que “debería” estas aplicando, que estás exigiéndole al otro, al mundo o ti mismo. Intenta diferenciar entre tus expectativas y lo que la realidad puede brindarte o te ofrece en el presente. Vuelve a ti mismo e indágate: Si lo que tu quisieras que cambie no fuera a cambiar… ¿qué opción y alternativas tienes?, ¿qué podrías hacer para sentirte mejor?, ¿Que pensamientos podrían ayudarte a lidiar con ello?, ¿Cuál podría ser una actitud favorable?, ¿Qué responsabilidad tienes frente a tus emociones?. Cuanto más le exijas a las situaciones externas que cambien menos posibilidades tendrás de desarrollarte y progresar personalmente. Entiende tus deseos, se consciente de tus expectativas, pero no las conviertas en una exigencia indispensable para ser feliz.
La aceptación nos confronta con nuestras creencias más irracionales y la intolerancia a las frustraciones. Es más sencillo mantenerse intolerante y demandante frente a lo que la realidad no nos brinda, que trabajar la aceptación y buscar las respuestas dentro de nosotros mismos. Es más fácil pedir al otro que cambie lo que no nos gusta que tomar las riendas de nuestras vidas y cambiar nuestros esquemas de pensamiento y comportamientos.
El "Trastornode la Demanda" nos somete a la dependencia, nos mantiene pendientes de lo que sucede a nuestro alrededor, nos vuelve inactivos frente a las dificultades y genera angustia, enojo y frustración. Recuerda que siempre tenemos la posibilidad de volver a nuestro eje en la medida que nos conectamos con nosotros mismos y tomamos las riendas de nuestras vidas. En definitiva, la felicidad no depende exclusivamente de lo que suceda allí afuera, sino más bien de la edificación de una mente sana, responsable y constructiva.
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🎯 Jacqueline Lapidus/ Life Coach-
👉 Psicóloga. AR.
👉 Especialista en Ansiedad
👉 Master in Mental Health Counseling (Palo Alto University)
👉 Certificada por el Albert Ellis Institute (New York)
👉 Entrenada por el Beck Institute (USA)
REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL: JACQUELINE LAPIDUS
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